Quien haya visto el amor a primera vista en cualquier parte y no haya podido tan siquiera ni acercársele, entiende el dolor y la angustia que nos causa perder una oportunidad, una ocasión de conocer la felicidad al menos por instantes. Es duro cuando alguien inesperado se cruza en nuestro camino al mismo tiempo que las miradas. Nos gusta lo que ven nuestros ojos, nos atrae la otra persona, sin embargo hay circunstancias en que esto nos pasa y no podemos tan siquiera ni hablarnos, ni acercarnos para conocer a fondo o superficialmente a la persona deseada. Nos quedamos con la duda, con una duda angustiosa que nos deja pensando y lamentando no haber ideado algo, la más loca de las excusas o ingenios para darnos al amor.
Aun cuando vamos con nuestra pareja nos suele suceder. Nos dejamos llevar por la tentación, no queremos voltear la mirada pero es inevitable, nuestros ojos quieren ver, curiosear, nos viene el deseo de coquetear y entonces comienzan esas miradas sensuales de seducción. Es un poco complicado de entender y hasta hablar de infidelidad nos confunde, pero el misterio nos seduce y la pasión del momento nos ciega, queremos seguir mirando y vislumbrando deseos. El punto es que cuando esto ocurre y los ardores nos queman el corazón, nos quedamos luego con un gran dolor y desesperanza que en algunos casos luego se concreta en realidad pero en muchos nos queda la tristeza de no haber conocido ese amor de pasada, ese amor fugaz.